El tántrico indio conoce su culto desde dentro, como un código de ritos y prácticas, y conoce también sus explicaciones. Algunos de ellos los practica desde su niñez, otros los pueden ir aprendiendo a través de iniciaciones progresivas, según su propios deseos, y casi ninguno de ellos tiene por qué ser incompatible con su vida doméstica, al contrario, pueden dignificar y realzar su vida, saturándola de sentido. Aunque la mayoría conocen la tradición desde la cuna, es corriente que los conversos pasen por una ceremonia iniciática. Uno de los más importantes filósofos indios, el cachamirense Abhinavagupta, cuyo aporte a la teoría estética mundial es quizá de las más importantes, hizo un viaje a Bengala a fin de ser iniciado en el Tantra Kula.
Algunos Tantras tienen más autoridad que otros entre los distintos grupos tántricos. Los Tantras hindúes más autorizados son, posiblemente, el Saktisamgama, el Kularnava, el Mahanirvana, Vishvasara, Hevraja, y el Tantraraja. Unos se inclinas más hacia la filosofía, otros hacia la magia, otros, también hacia la ciencia del sonido. Todos insisten en que son partes de un ritual que nunca puede ser escrito, y que el Tantra nunca podrá ser aprendido en los libros, sino solamente de los labios de un maestro o gurú competente. El extraño sólo llegará a entender en parte estos textos, indagando sus raíces en la vida y la cultura india. Para el tántrico, sin embargo, el sentido mismo de estos ritos está en que el simbolismo de que se componen abrirá en su mente perspectivas de sensación y significado que acabarán cambiandole y eliminarán su visión materialista del mundo. Esto exige que, a medida que va practicando esos ritos, tendrá que contemplar lo que hace con total conciencia. El autentico tántrico sabe que no llegará a nada si pasa por esas ceremonias de manera vacía y sin poner su corazón en ellas.
El principal difusor del Tantra en Occidente ha sido sir John Woodroffe, un juez inglés del tribunal supremo de la India, con sede en Calcuta durante la década de 1890. Sus libros aún se pueden encontrar hoy con facilidad y algunos de ellos están traducidos al castellano por la editorial Kier. Como en el caso de muchas otras religiones, debemos aprender a distinguir lo que en estos textos está influido por factores locales, históricos y culturales, y lo que tiene valor general.
Hay diferencias vitales entre el Tantra budista y el Tantra hindú. Los budistas tibetanos, cuyo Tantra llegó de la India a comienzos de la Edad Media, parece que ahora queeren disociarse por completo de los que saben del Tantra hindú, aún cuando su propio Tantra original contenía muchos ingredientes hindúes. Las razones específicas que tienen para ello están relacionadas con su propio legado racial y, posiblemente, también con la infiltración
china. El Tantra budista advierte que sus devatas (dioses) tienen un «origen puramente mental», y ha cometido el mismo error que muchos europeos al confundir la actitud positiva del hinduismo hacia esas imágenes con el «culto a los ídolos», y el budismo monástico siempre ha tendido al puritanismo, hacia una cierta tacañería sexual.
Pero el auténtico Tantra es en gran medida, cuestión de práctica, de intuición y de simbolismo arquetípico, que muchos occidentales, a pesar de no sentir interés en absoluto por los argumentos escolásticos, han reaccionado ante él de manera directa y positiva, porque les ofrece un simbolismo concreto el se sienten afines a través de profundos nexos humanos y a pesar de las diferencias culturales, cuya importancia sería absurdo tratar de pasar por alto. No es casualidad que el arte Tantra haya demostrado su fuerza a numerosas personas que no habían estudiado filosofía india, ni justo que a una elite académica y tendente a la expresión oral se le permita reservarse el Tantra para sus propios usos.
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