jueves, 16 de mayo de 2013

LA PAPISA


What would happen to logocentrism, to the great philosophical system, to the order of the world in general if the rock upon which they founded this church should crumble? […]  So all the history, all the stories would be there to retell differently; the future would be incalculable; the historic forces would and will change hands and change body –another thought which is yet unthinkable– will transform the functioning of all society.”  -Hélène Cixous, “The Newly Born Woman”
En pleno siglo XIV, Giovanni Boccaccio denuncia en su prefacio a De mulieribus claris  la total ausencia de una memoria escrita sobre los actos de vigor y coraje de las mujeres (9). Narrar la historia de mujeres valerosas era un proyecto de escritura temeraria en una sociedad que imaginaba las relaciones de poder como un cuerpo en el cual, por analogía, el papa era cabeza de la Iglesia, tal como el señor feudal tenía dominio del cuerpo de sus siervos y el padre supeditaba a la esposa e hijos para asegurar la paternidad de la prole y la legitimidad de una herencia basada en el linaje (Rabell 71-73).
Aunque afirma que sus historias sobre mujeres famosas serían disfrutadas por mujeres y hombres por igual, Boccaccio justifica la extensión de sus relatos por tomar en consideración el deleite de un público femenino que requiere de mayores detalles por no tener conocimiento de la historia (12-13). La historia, se sugiere, ha sido dominio y conocimiento exclusivo de los hombres. Con la excusa de “enseñar” y “deleitar” a las mujeres, no va simplemente a proveer argumentos, sino que la amplificatio y el uso de lanarratio al servicio del argumento (como ejemplos), sobrepasarán los límites de la retórica para abrirse al regodeo poético. Aclara también que no desea mezclar a paganas con hebreas y cristianas, pues suelen diferenciarse. Las hebreas y cristianas, con gran fortaleza, dejan de lado la gloria terrena a cambio de la eterna. Las cristianas se inmortalizan manteniendo con firmeza invencible la pureza, virginidad y santidad, superando el deseo carnal y castigo de tiranos. Refiriéndose implícitamente al discurso hagiográfico (vida de santos), esquiva dedicar sus narraciones a mujeres que “superan el deseo carnal” y “la gloria terrena”, alegando que estas  hazañas ya han sido relatadas por hombres píos (Boccaccio 13).
Las paganas, a diferencia de las heroínas de la tradición judeocristiana, con fortaleza de carácter, habilidad natural, instinto y deseo de gloria del mundo, soportan pruebas terribles ante el infortunio (13). El mérito de las paganas ha sido pasado por alto por la historia, lo cual justifica la hazaña narrativa de Boccaccio (13). Al identificar implícitamente la “hagiografía” con las heroínas cristianas, Boccaccio nos deja claro que su noción de mujer cristiana refiere más bien a santas y no a todas las pertenecientes a este grupo cultural religioso. Abre, de esta forma, la posibilidad de que su concepto de “pagana” se refiera más bien a mujeres que han trascendido con sus actos el espacio cerrado del claustro o de la vida doméstica en familia para ejecutar proezas en el espacio público que excluía a las mujeres. La oposición “famosa cristiana”/”famosa pagana” conecta con el tópico renacentista masculino que no solo valoraba la vida contemplativa, sino también la acción civil en el espacio público (Rabil 32-33). Boccaccio da, pues, una vuelta de tuerca al transferir la valoración de las mujeres en la cosa pública, más allá del espacio de la casa, o de la vida contemplativa de monjas que se alejan del mundo, la gloria terrena y la carne.
Las mujeres famosas que le interesa historiar a Boccaccio, son aquellas que encarnan el espacio público abriendo imaginarios sociales que retan la exclusividad del poder del hombre y la relegación de la mujer a la domesticidad. Pero ninguna, como Joana, nos lleva a imaginar el reto de engendrar el pensamiento del hombre con toda la materialidad  de mujer a cuestas. Me refiero a Joana, la papa inglesa. Según Boccaccio:  “Joan era solo hombre en el nombre y su temeridad inaudita le ganó fama mundial para la posteridad” (437). El título, “De Iohanna anglica papa”, y las dos cortas oraciones que le siguen,  sugieren el tema del discurso. Si ocupar el nombre y rol de varón eran contrario al decoro femenino, el travestismo de Joana fue de una audacia sin precedentes: tomar el nombre de hombre para ocupar el poder no solo de varón, sino de quien representa el poder de Dios en la tierra.
¿Fue tan célebre la osadía de Joana como para que llegara a ser borrada por los hombres de los anales de la historia? La misma narración de Boccaccio contradice tal notoriedad, pues en lugar de aludir a fuentes precisas, refiere a “algunas autoridades” que dan cuenta de su lugar de nacimiento, Mainz, y su nombre adoptado antes de ser papa: Gilbertus (437). La ausencia de genealogía o lugar  de nacimiento precisos, apuntan a un linaje oscuro (437). Joana, sujeto doblemente subalterno por su origen y condición de mujer, rompe progresivamente con el modelo de conducta asignado a una “mujer cristiana”. Aún doncella, se enamora de un joven estudiante y contra la modestia virginal, abandona la casa de su padre y se viste de varón para seguir al amante (439). Una relación de amancebamiento, bastante común en la Edad Media, abre un imaginario que representa una relación sexual entre dos hombres. Disfrazada de varón, rompe con el rol sumiso de hija y mujer que debía supeditarse a la voluntad del padre y mantenerse en el espacio de la casa. Estudiar en la universidad en compañía de su amante, vestida de varón y haciéndose pasar por clérigo, Joana no se confina a la ley del padre o el esposo, sino que se entrega al libre servicio del amor y las letras (439). Al morir su amante, su inteligencia y deseo de estudios la llevan a mantener el disfraz varonil, negándose al deseo de cópula carnal con ningún otro hombre (439).
Según relata  Boccaccio, la inteligencia prodigiosa de Joana le abre la oportunidad de enseñar el Trivium (gramática, lógica y retórica) en Roma, donde llega a destacarse por su erudición y santidad (439). Al morir Leo V (S. X) es elegida por voto unánime de cardenales para ser papa y de haber sido hombre, según Boccaccio, hubiera sido Joan VIII (439). Si la historia fuera cierta, el papa Juan XXIII, habría sido el XXIV. Afirma Boccaccio, no sin cierta ironía, que esta mujer temeraria lleva a cabo santos oficios y  ocupa el apostolado más alto por unos cuantos años actuando como vicario de Cristo en la tierra, para ser  traicionada por su propio cuerpo: “Entonces desde el cielo, Dios tuvo misericordia de su pueblo. No podía aceptar que una mujer ocupara tan eminente oficio, gobernara tan alta gente y los engañara con tan ominoso malentendido (error). La abandonó a su propio designio esta persona que audazmente persistía en hacer lo que no debía haber hecho” (439).
La ironía de Boccaccio sugiere más preguntas que respuestas. ¿Cómo es posible que tan santos cardenales no fueran infalibles? ¿Cómo es que quienes tienen el poder de elegir al papa puedan caer en el error? ¿Cómo pudo una travesti engañar a todo el  Colegio Cardenalicio? Según Boccaccio, además de inteligencia superior a la de los hombres, Joana era virtuosa en la vida privada, pero “instigada del diablo” cae presa de la lujuria una vez llega al pontificado (441). El poder y la lujuria, surgidos en pleno papado, se cruzan en una imagen de homoerotismo travesti: un hombre monta secretamente al sucesor de San Pedro y el papa queda preñado (441). El papa no concibe esta vez una idea o un edicto, sino un hijo ilegítimo. Las máximas del narrador se preñan también de irónica condena: “Qué acto vergonzoso. Qué invencible la paciencia de Dios. Pero, ¿qué sucedió? Esta mujer, capaz de embrujar los ojos de los hombres, no fue suficientemente ingeniosa para ocultar el nacimiento de su hijo” (Boccaccio 441).
Joana puede disfrazarse y asumir efectivamente el rol de hombre, pero a diferencia del clero masculino, no puede ocultar su práctica sexual. El desliz de lujuria que podía ocultar con facilidad el alma hipócrita del cuerpo sacerdotal masculino, la lleva a la vergüenza de parir en una procesión en medio del trayecto entre el Coliseo y la Iglesia de San Clemente, razón suficiente para que los cardenales la expulsen del pontificado con su hijo bastardo (441). Los santos cardenales, cuya elección papal equívoca cuestiona su propia “santidad infalible”, evitarán desde entonces la vía principal entre el Coliseo y la Iglesia de San Clemente, prefiriendo dar una vuelta marchando por las calles de atrás (441). El cuerpo parturiento de Joana la hace públicamente impúdica. Los cardenales evitan tal vergüenza caminando por las calles traseras, ocultas, sin peligro de concebir de frente ni una idea espuria.
Si la historia de Joana se abre con la violación de las reglas del decoro femenino en una relación travesti que persigue el poder de acceder al espacio de conocimiento letrado junto al goce del deseo sexual sin permiso paterno, su fracaso radica en engendrar el poder en el espacio público del pontificado  convirtiendo el alma en prisión de su cuerpo. Los clérigos no necesitan aprisionar sus cuerpos o descarnar el alma. Sus cuerpos desalmados transitan por los callejones más ocultos de la ciudad. De este modo, al no hacer notoria su ilegítima paternidad, sus hijos heredan,montan y son montados en la silla de San Pedro.
Joana, la Papa inglesa, no aparece en los anales de la historia, pero ha sido llevada al cine y grabada en imágenes populares que dramatizan la notoriedad de su cuerpo parturiento y su representación como la gran ramera de Roma.
Así que, según cuenta la leyenda, desde los tiempos de Joana (S. X) hasta el Papa León X (S. XVI), antes de ocupar el pontificado, el candidato papal debía sentarse en la “sella stercoraria” para que los santos dedos cardenalicios de otro varón hurgaran sus genitales y validaran su capacidad masculina para concebir la santidad dictaminando a pura boca de jarro: “Testiculos habet, et bene pendentes”. Si abrir la boca era prueba de promiscuidad en la mujer (Francesco de Barbaro, en Jordan 45-46), transitar el espacio público disfrazada de papa parturiento debió ser, ciertamente, la desgracia aquella de “El alma que sufrió de ser su cuerpo” (César Vallejo). Pero no hay quien pueda negar el legado temerario de Joana: el trono de San Pedro precedido por la “sella stercoraria”.
Obras citadas
Boccaccio, Giovanni.  Famous Women (De mulieribus Claris).  Ed. y trad. Virginia Brown. Cambridge; London: Harvard University Press, 2001.
“Book Review:  Pope Joan, by Lawrence Durrell”. N.d. Medievalist.Net. Web. 30 Oct. 2012.
Cixous, Hélène. “The Newly Born Woman”,  Hélène Cixous Reader. Ed. Susan Sellers.  London; New York: Routledge, 1994.  Print.
“Juan VIII o Benedicto III”. 22 Sept. 2009. Tejiendo el mundo. Web. 30 Oct. 2012.
“Ooh Pope Joan Movie!”  21 Jun. 2010. The History Blog. Web. 30 Oct. 2012.
“Pope Joan. Biography”. N.d. Bio.truehistory. Web. 30 Oct. 2012.
Die Päpstin (Pope Joan). Dir. Sönke Wortmann. Screenplay by Heinrich Hadding, Jody Ann Johnson, and Sönke Wortmann, adapt. Donna Woolfolk Cross (novel). Constantin Film, 2009. Film.
Jordan, Constance. Renaissance Feminism: Literary Texts and Political Models.  Ithaca; London: Cornell University Press, 1990. Print.
Rabell, Carmen R. Rewriting the Italian Novella in Counter-Reformation Spain.  Woodbridge: Tamesis, 2003. Print.
Rabil, Albert. “The Significance of ‘Civic Humanism’ in the Interpretation of the Italian Renaissance.” The Renaissance in Europe. Ed. Keith Whitlock. New Haven; London: Yale University Press, 2000. 31-55.  Print.
Slemen, S. Tom. Pope Joan:  The Strange Tale of a Pope Who Gave Birth.2000. Web. 30 Oct. 2012.
Vallejo, César. “El alma que sufrió de ser su cuerpo”. César Vallejo: The Complete Posthumous Poetry. Trad. Clayton Eshleman y José Rubia Barcia.  Berkeley; Los Angeles; London: University of California Press, 1980. 186. Print.
Who or What Was Pope Joan?15 June 2012. Georgian Gentleman  Web. 30 Oct. 2012.

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